
Sé que te gusta leer en el Paseo de los Tristes de Granada, mientras escuchas, cerca, una guitarra rasgar. Sé que eres capaz de enamorarte de una mujer sentada en un banco mirando el mar. Sé lo satisfactorio que te resulta comer cuando tienes hambre. Por eso te voy a recomendar que busques el jardín del claustro del Convento de los Dominicos.
Para llegar sólo tienes que buscar la estatua equestre del Conde Duque de Olivares, réplica exacta que hizo un artista húngaro a principios del siglo XX del famoso cuadro de Velázquez. No tiene pérdida: puedes seguir a un chico con camiseta naranja que sale del Metro de Sol todos los días a la misma hora para ir a ver a su novia que vive en la misma plaza. También puedes mirar al cielo y esperar que pase una bandada de pájaros verdiazules y seguirlos. Pero esa opción es menos recomendable, porque en ocasiones la señora Narcisa les pone unas migajas de pan mojadas en leche en la ventana de la cocina y se despistan de su camino. Además no son tan puntuales como el chico de la camiseta naranja. Es un defecto que tiene los pájaros, no saben lo que son las horas.
Una vez que llegues a la estatua equestre del Conde Duque, sólo tendrás que subir la calle que señala con el dedo y torcer dos veces a la derecha. Te encontrarás justo delante de la puerta, de reja de hierro negro. Al empujar la reja entrarás directamente en el jardín. Has de tener en cuenta el día de la semana en el que vas. Es importante. Porque los jueves los pájaros verdiazules sobrevuelan el jardín buscando los frutos tropicales que ofrecen sus árboles. Hay tanta vegetación que has de tener cuidado si quieres encontrar un banco y sentarte a descansar o a leer, los caminos pueden variar y acabarás ciertamente desorientado. Los martes de invierno, sin embargo, son días propensos para ir con bufanda, porque las coníferas dan frío. Mientras paseas podrás percibir un ligero olor a madera quemada, uno de tus favoritos, sin duda. Los dominicos aprovechan los martes de invierno para hacer Lampsang con agujas de pino. Los lunes, sin embargo, Pedro, el jardinero, tiene su día de descanso y las plantas aprovechan para hacer recados, por lo que es probable que sólo te encuentres con arena, algún cactus perezoso y alguna bola de rastrojos paseando sin rumbo fijo. Los domingos es el día de la flor mediterránea, entre nosotros, es uno de mis días favoritos: geráneos, pensamientos o cualquier otra planta con flor de las que cultivaba tu abuela en la casa del pueblo. Risas de niños desprenden las raíces y el sol brilla siempre sobre la torre del campanario.
Al salir, ten cuidado, que ninguna se escape. Son traviesas.