15 ene 2008

Si

Por lo que se ve me preocupo demasiado. Me desvela la incertidumbre del futuro, si seguiré aquí mucho más tiempo o me mudaré la semana que viene, tan sólo depende de una conversación de poco más de media hora. Si envejeceré al lado de este hombre que me fascina, me seduce y me cuida. Si mis decisiones son las más acertadas, las óptimas. Si la vida me puede en un pulso que sé de antemano imposible de ganar. Me desvelan las posibilidades, las probabilidades, los enfrentamientos, las deudas pendientes, los enemigos al margen del camino, los que creas con intención y los que brotan inesperados, los rencores acumulados, la negatividad, que se refleja en cada esquina que tuerzo, en cada telediario que veo mientras ceno, en cada discusión vecinal. Me atormentan cosas sin importancia, como qué palabra será la más adecuada para expresar esta idea, y no otra. Sé que esta duda no cura el cáncer, ni salva vidas, ni quiebra o levanta empresas y sin embargo parece que pongo mi vida en ello, mi sueño, mi hambre, mi deseo. Hay quien me dice que sufro exceso de pasión para todo. Hay quien lo considera una estupidez. A mí sólo me queda esperar a la primavera

5 ene 2008

Teoría del atropello del autobús

Esta mañana amanecí con el pelo revuelto, como cada mañana. Me costó levantarme cinco minutos de remolonear entre las sábanas, echar a mi gato, que me hacía cosquillas en la cara con sus bigotes, y aclimatarme al frío de la habitación, ese espacio infinito que hay más allá del calor de las sábanas en invierno. Analicé detenidamente las ojeras de mi cara, como si al mirarlas fijamente fueran a desaparecer. Escuché el pitido de la tetera y a Jordi gritando "¡El tren!", como tiene por costumbre. Le hace gracia asustar a mi gato, creo. Me acerco a él, que ya tiene las tostadas preparadas, y pienso que ese pequeño reducto de cotidianidad podría ser la felicidad. Le abrazo con fuerza y no pienso en el pequeño bulto que me ha salido en un pecho. Disfruto de ese abrazo como si fuera el último. Por si acaso.