
Mi librería favorita no podría estar en otro lugar más apropiado que la calle de los Libreros en Madriz. Se encuentra en la acera de la izquierda según subes desde la Gran Vía, en la acera de los impares, sobre el número veintitrés. No tiene nada especial. Simplemente allí nos reunimos, de vez en cuando, unos cuantos amigos a charlar mientras seguimos nuestra ruta de recados.
El dueño, Rafa, es el hijo del anterior propietario, librero de toda la vida, de los que sólo encuentras en los libros del Reverte. No es mayor, ni enjuto, sino un chaval joven, con gafas, eso sí. Pero no estoy segura de que tenga algo que ver con el hecho de regentar una librería. Probablemente si fuera guitarrista en un grupo rock también llevaría gafas. Rafa mantiene el espíritu del comercio de toda la vida, de los que gustan en los pueblos y en los barrios, lejos del corporativismo de los grandes almacenes y las grandes marcas. Nos conoce por nuestros nombres, suele ir sin prisas ni horarios, y nos habla de libros sin la obligatoriedad de comprarlos. Consigue, de esta forma, mantenernos a flote a todos, los pocos que quedamos que seguimos comprando la fruta en el puesto de la esquina, flores de temporada a Paco, en la calle de la Palma, los cds a Escridiscos...
La librería no es muy grande. Tampoco me parece pequeña. Quizá el barullo de libros, que se amontonan por los rincones, la convierta en un lugar algo desordenado y con apariencia de angosto. En realidad, siempre me ha parecido que tiene libros distintos en cada ocasión, pero mantengo la duda de si no será porque los cambia de sitio cada vez que limpia. Porque, es así, nunca nadie se ha podido quejar de polvo acumulado. No es una librería vieja, sólo una librería llena.
Allí fue donde conocí a María. No suelo quedar con ella. Tiene la enorme virtud de estar por allí, cuando llego yo. Solemos hablar los tres de todo un poco. Me resulta muy curioso darme cuenta de que en la librería se terminan tocando los mismo temas que en la frutería, con un grado distinto de intensidad, con un tono distinto, pero los mismos al final: nuestra vida. Lo que comienza siendo una divergencia sobre un libro de Charles Sheffield, termina siendo una metáfora sobre el último desengaño amoroso de María. Lo que nos cuesta a los tímidos abordar nuestras dudas de forma franca y directa. Mucho mejor comenzar resumiendo la última película de María Ripoll, dónde va a parar.
Muchos sábados por la mañana se suma a nuestra pequeña tertulia Pepe, un hombre de esa edad indeterminada que es la madurez, con pobladas barbas y risa sonora. Es muy flaco para tener una sonrisa tan sonora. Pepe está obsesionado con los libros de cuentos para niños, no sabemos por qué, y por los viajes. Cada vez nos cuenta un viaje distinto, sin determinar quién lo hizo, ni cuándo, ni tan siquiera si es real. Pero nos complace a todos. Tiene una forma de narrar muy peculiar. En otra ocasión os hablaré tan sólo de él.
Es importante recordar, cuando entréis en la librería, dar los buenos días a Rafa. Valora la buena educación.
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