21 feb 2010

Día de difuntos


Me he desvelado pensando en sus labios. Tiene unos labios lo suficientemente carnosos como para no dejar de mirarlos, aunque sea de reojo, mientras me habla y sonríe, mientras me cuenta sus problemas o me hace bromas y me provoca una risa en los míos. También me ha desvelado su mirada, unos ojos color almendra, redondos, penetrantes, que no paran de hablarme de otras cosas, distintas, a la de sus labios. Estoy intentando recordar sus manos, cuadradas, juguetonas, masculinas, inaccesibles, que sin previo aviso me acarician, al despiste. Mi gato está ahora en el hueco que ha dejado mi cuerpo en mi cama, aún caliente, y me mira con ojos inquisitivos porque desconoce sobre lo que escribo, pero lo intuye. Lo jodido del caso es que él está en otra cama y con otro cuerpo, que no es el mío. Enamorarse en el día de difuntos es una verdadera putada.

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