10 abr 2007

Extrañas sensaciones


Sigo teniendo esa extraña sensación de extrañamiento, de no pertenecer a este mundo. Lo comento con Rafa y sólo me da una solución: escribir. Estoy obsesionada con mi novela, y con la Guía. Me surgen personajes, de forma caótica. Hoy nos hemos juntado en la librería Rafa, Jordi, mi nuevo vecino y Beatriz, la chica argentina de Rafa. Parece que mis chicos extraños al final terminan por tener vidas normales. Rafa está enamorado y mira con ojos de querer tener críos. Su chica es dulce, cariñosa y lee a Niechtze. Jordi resultó no ser bombero sino el director de una macrodiscoteca de moda, sumergido de lleno en la frivolidad de la noche y la administración de empresa, talla madera en sus ratos de ocio para desestresarse. Beatriz me mira con ojos de pena e intenta hacerme comprender que no podemos cambiar el mundo, que insistir en el error no es sano.
Trato de hablarles de cambios, de cansancio y de pereza, pero parece que no quieren escuchar. Les cambio de tema y les pregunto si creen que es el tiempo quien marca la estructura o a la inversa. Beatriz insinúa que no lee a Borges, pero que le gusta Cortazar. Yo menciono a Alejandra Pizarnik. Jordi me invita al cine, quiere ver 300 y me parece buena idea. Esta noche, después de pelearme con la página en blanco y ver cómo evoluciona Candela, iré al cine y disfrutaré de la estética de una película extraña que no tiene nada que ver conmigo. Beatriz me presta el Anticristo y yo la respondo que Focault. Miro a Jordi y le deseo. Quizá de esta noche no pase, para ninguno de los dos. Guardamos un minuto de silencio por la muerte de la cultura y brindamos como Nacho Vegas: sólo podemos sobrevivir. Sobrevivo entre libros, música y cine. Mi paraíso es La Plaza de Altea.

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