17 may 2007

El hombre que bailó con Ella Fitzgerald

René tiene una pequeña floristería en Malasaña. La lleva junto con segunda mujer, con la que acaba de tener su primer hijo, lo que ahora se llama “nueva forma de familia no tradicional”, eufemismo que me apasiona porque significa mayor libertad y menos represión (¿de verdad una familia consiste en aguantar aunque ya no se quieran por el bien de quién?, en fin al grano). René compra el periódico en el mismo kiosco que yo y desayuna casi todos los días en el mismo bar que yo. En alguna ocasión hemos cruzado un saludo y muy a menudo le compro flores frescas para adornar la mesa de mi salón. Le he dicho en varias ocasiones que se pase por la librería de Rafa, que le iba a gustar, que Rafa trae libros en otros idiomas. Es holandés, su mote de “el holandés errante” se lo ha ganado a pulso a lo largo de los años. Esta mañana se ha pasado a pedirle a Rafa una primera edición firmada de Opiniones de un payaso. Rafa le advirtió que es un ejemplar de más de 400 euros. René sonrió afable, “lo sé, alma cándida”. Con ese simple gesto se ganó a Rafa como uno de los suyos. Pronto cogió confianza, es una de las cualidades de este chico, entre quien entre en su librería termina contando su vida. Y así nos enteramos de que unos años atrás, cuando los discos se editaban en vinilo, tocaba el saxo en un grupo de jazz, salía a quemar la noche de Ámsterdam y asistió al concierto que dio Ella Fitzgerald en esa ciudad, en 1957, la noche en la que ella cumplía 40 años, él con sólo 19. El concierto empezó a las doce de la noche, y como una verdadera jam parecía que no iba acabar nunca. Entre el alcohol y las drogas sonaron Do I love you, Begin the beguine, Get out of town, This can´t be love y tantas otras. La música sonó hasta las cuatro de la mañana. Al finalizar el concierto René y su amigo se acercaron a los camerinos. Un negro enorme les impedía pasar, pero Ella escuchó que eran músicos de jazz y, más que borracha, apartó a su guarda de seguridad y les invitó por su cumpleaños. Estuvieron toda esa noche y todo el día siguiente, hasta que el elenco tuvo que marcharse a otra ciudad, de fiesta, de garito en garito, tocando, bebiéndose la vida. René cuenta qué él era un pelagatos y todo corrió a cuenta de la cantante.
René es un hombre feliz, sabe lo que quiere, aprecia lo que tiene y puede decir con orgullo que ha vivido lo que quiso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

pues si, deberias pasarte a por flores nuevas para la mesa de casa...

un gran placer!

Kandela dijo...

Gracias por venir y enseñarme a escuchar el estupendo sonido del bombo Albani. Tienes razón, es muy identificable.